lunes, 9 de marzo de 2009

Apacheta

Volví, después de unos días maravillosos.
Estoy feliz de haber ido y de haber visitado muchos lugares que la vez anterior que viajé no pude conocer.

Paramos en el Residencial Elena, divino, más lindo incluso que la vez anterior.
Está super bien mantenido y sigue dando la sensación de “volver a casa” cuando te vas a otro lado.
Lo atienden dos hermanas hiper galleguísimas que no dudan en contarte sus anécdotas, dolores y ponerte al tanto de lo que tienen que arreglar del lugar y de cómo llegaron hasta ahí.
Son parcas, poco demostrativas, pero amables a su modo. Y muy divertidas con sus comentarios. Tomasa y Gertrudis.

Está todo mucho más preparado para el turismo que la otra vez que fuimos, la gente por supuesto super amable, siempre dispuestos a recomendarte un sitio para conocer, un lugar para comer o decirte cómo llegar a determinado lugar.
La ciudad de Salta está preciosa, cuidada, limpia, bien mantenida.
Obviamente las partes feas de la ciudad siguen siendo feas.... el último día nos metimos en un mercado (el mercado central propiamente dicho) a la vuelta del residencial.
Amiga Xmm estaba feliz, le encantan esa clase de aventuras. Yo pasé los primeros 5 minutos rogando por salir viva o más o menos entera. La verdad es que el lugar no es lindo, pero tampoco peligroso.
¿Por qué siempre los lugares lindos inspiran confianza?

Compré una colcha llena de colores divina, a 28 pesos.
No podía no comprarla. Obvio que ya la lavé y la puse al sol ayer porque sólo Dios sabe donde estuvo.

En Purmamarca me compré una ruana color gris, increíble.
Y un típico sweater del altiplano en color gris en Humahuaca.
Hacía un frrrrrrrrrrrrrrrío en Humahuaca que no se podía creer.
Amiga Xmm se enojó un poco porque no tenía ropa y yo no la previne del frío, pero yo no sabía que bajaba tanto la temperatura.
La vez anterior fui en Febrero y eso no pasó.

Humahuaca es un lugar que me da tristeza, no sé por qué, pero ya entendí, luego de ir dos veces que el lugar me pone así. Es muy colonial y bonito, la mayoría de las esquinas son en ángulo recto y no en ochava.
Me encanta eso.

Pero es muy pobre y la sensación que me ronda es de una lejanía absoluta, de un silencio que trasciende el silencio real.
Parece que estuvieras en silencio por dentro. Hasta molesta si uno escucha hablar fuerte a alguien.
La noche que pasamos ahí encontramos un pequeño restaurant adonde cenamos y un grupo de folklore se puso a tocar a la par nuestro.
Nos encantó. Teniamos una pareja de canadienses atrás que estaban felices con la música.
La gente que oímos cantar durante esos días, tiene una voz maravillosa. Como si estar tanto tiempo en contacto con el silencio de los cerros les impregnara la garganta de un sentimiento especial para contar su vida en forma de canto.
Algunas canciones son tristes, porque su vida misma lo es.
Fue una hermosa cena y la calidez de la gente fue una sorpresa.
Los jujeños son algo más ásperos que los salteños en su trato y veníamos sintiendo la diferencia.

Y había muchos... mm "neo hippies" digamos, que van a hacer artesanías...
Hace 6 años no era así, y en un momento hasta me molestó.
La gente del lugar vive de lo que hace y de lo que vende.
¿Por qué tienen que adoptar a muchachitos y muchachitas disconformes con sus vidas en una gran ciudad que no tienen mejor idea que ir a vender sus collares de cuero de Plaza Francia a la Puna jujeña e instalarse en el mismo mercado que los lugareños?
¿No les alcanza con tener a sus papis que los mantienen a la distancia?
La gente de Humahuaca no tiene papis en un barrio acomodado de una ciudad capitalina.

Quisimos cruzar a Iruya, pero había derrumbe y no pudimos, aunque yo estaba encaprichadísima con ir.
En una operación de lo más extraña terminamos devolviendo los pasajes de Iruya y cambiándolos sobre el micro por otros hacia Purmamarca, deteniendo el micro a los gritos y agitando los billetes mientras arrancaba.
De ahí nos fuimos a Salinas Grandes.

Les voy a mostrar una foto mía en Salinas. La saqué con el celular, no pude sacar muchas porque no tengo la memoria reparada (ver post sobre el problema con Personal). Es precioso. Valió la pena el viaje, lo tengo que admitir. Es un lugar de no creer.

La ruta va bajando desde la montaña y separa dos enormes superficies repletas de sal. No alcanza la vista para ver hasta donde llega. La sal parece nieve.
La gente que trabaja en el lugar lo inunda a la mañana temprano y luego (desconozco el proceso) se quita la sal que se desprende del lugar. Hay piletas también , llenas de agua salada, de color verde agua.
Todo el paisaje es increíble, lo rodean las montañas, enormes y oscuras que le dan un marco irreal al paisaje. La gente que trabaja allí está tapada de pies a cabeza, la luz es muy abrasiva para la piel y para la vista.
Y están a algo más de 3 mil metros por sobre el nivel del mar.
Para llegar allí pasamos por un punto de más de 4 mil metros. Es mucho, y el camino es muy ensortijado.
Lo bueno es que el camino está pavimentado, no como algunos tramos de la ruta a Cachi que son de tierra y de una única mano.

También compré quesillo de cabra... delicioso.
Y muchas muchas especias y hierbas para el mate.

Algunas tienen efecto raro, que evitaré contar. No son tan divertidas como los alucinógenos.

Con amiga Xmm nos llevamos bien, más allá del malhumor que me pegué en un par de situaciones (como con Iruya) y a que en algunas cosas no tenemos mucho que ver.
Pero ahí está la gracia, sino es aburrido.

Pero fue importante, nos reímos mucho, nos encontramos con gente muy muy buena y amable.
Gente que se preocupaba por nosotras.

Adjunto también otra foto que pude sacar con el celular. Es de Cafayate, otro lugar precioso.
Pero al recordar Cachi y Salinas, Cafayate hasta parece poco.

Era un rito en los indios (rito que repiten la gente del lugar al costado de la ruta) hacerle ofrendas de agradecimiento a la Pachamama.
Las llaman "apachetas" y son pilas de rocas que forman una pequeña montaña y tienen en su interior las ofrendas: comida, bebida, un cigarrillo encendido.
Es una forma de decirle "gracias" a la Madre Tierra por el sol, la lluvia, una buena cosecha, o la riqueza de la tierra.
Hay que ser agradecidos por aquello que se nos brinda.
Como la belleza de estos paisajes y la amabilidad de su gente.

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