lunes, 23 de febrero de 2009

Hay poderes que no deberían ser molestados

El sábado estábamos con OotS y amiga Xmm en una plaza charlando de nuestro próximo viaje a Salta y Jujuy.
Amiga contó que había leído acerca de las momias incas que habían hallado hace 10 años en el Llullaillaco.
Se trata de tres niños que estuvieron enterrados durante 500 años, hasta que fueron descubiertos y llevados al Museo Antropológico de Salta.
Están en perfecto estado de conservación. Y parece que estuvieran dormidos.


Los niños fueron enterrados vivos allí porque en el estado Inca se enviaban las criaturas más bellas y sin defectos al Cusco (hoy Perú,) por lo general hijos de caciques, para realizar ritos. Después de la celebración, eran vestidos con la mejor ropa, le daban de beber chicha (alcohol de maíz), y una vez dormidos eran depositados en un pozo bajo la tierra, en las huacas o adoratorios junto a un rico ajuar.
Según la creencia Inca, estos niños ofrendados no morían, sino que se reunían con sus antepasados, quienes observaban las aldeas desde las cumbres de las altas montañas.
Lo que mencionaba Xmm es que hay quienes culpan a los que profanaron estas tumbas de los desastres ecológicos que suceden en la región.

Coincidentemente, anoche, en mi maratón pre onírica en la que veo X Files hasta el cansancio (literal) el primer capítulo que ví se trataba del mismo tema, obviamente que desarrollado de otro modo, mucho más truculento que el que relataba amiga Xmm.
En la serie una tumba era profanada y el espíritu de la persona (en este caso de una chamán) vengaba la profanación con la muerte de quienes la había alejado de su lugar de descanso.

Tanto la serie como el relato de mi amiga me pusieron a pensar por qué la cultura occidental se ha empeñado en desenterrar cosas que permanecieron ocultas durante siglos.
La avidez por conocer e informar ¿justifica la profanación? ¿o simplemente la difusión de las prácticas de otras culturas es sólo una excusa para otra arista del comercio legal e ilegal?

Creo que la cultura occidental debe ser la más irrespetuosa en cuanto a otras otras, y en cuanto a sí misma.
Parece no bastarle la decisión de una comunidad de preservar sus ritos, sus creencias y sus ofrendas.
Todo lo invade.
Lo invadimos, admito.
Pertenezco a esa cultura de antropología turística.

Lo que es cierto es que no es necesario de una maldición indígena para que se generen desastres naturales.
El ser humano solito se encarga de generarse sus propias maldiciones.

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